- Este cuento, titulado Intrigas Venecianas , cuyo autor es José María Blanco White, es un cuento totalmente diferente a los que se han elegido hasta ahora. Narra la historia de un chico que estaba Venecia en su mayor apogeo cuando un
alemán llamado Alberto llegó a esta ciudad. Este hombre observaba la belleza de
Venecia cuando el personaje le preguntó a un gondolero el por qué remaba tan rápido,
a lo que el gondolero respondió que no quería que los corsarios le atraparan
por culpa de él, también le preguntó que quiénes eran las mujeres que estaban
en esa ventana. El gondolero le contestó: “-Todas
son de casa, mi amo. A lo que veo, Vuesa Señoría se hallaría más que dispuesto
a visitar a esas señoras. Ánimo pues, y al avante.” Alberto comenzó a
enfadarse por las respuestas que le daba el gondolero, pero estaban pasando por
la ventana que tenía Alberto puesto los ojos que su humor fue mejorando y le
preguntó cómo podía entrar en la casa, y el gondolero le contestó que llamando
a la puerta, asimismo le dijo que él había sido gondolero de esa casa y que a
las señoras le gustaba los extranjeros y que además si quería, después de
buscar posada, volverían a la casa y le dejaría en la puerta. La casa de las señoras no parecía ser de mala
fama, entonces Alberto poniéndose sus mejores galas decidió volver a la casa. Llegó
a la casa y lo recibió primero el portero, y pasó al salón donde lo recibieron
con mucho respeto. En breves, fueron llegando otros caballeros. Música, baile y
juego amenizaban el momento, Alberto ganó cuarenta ducados, y logró una cita de
la joven que le había tocado obsequiar aquella noche y contento regresó a su
posada.
Fue a ver al
banquero, el cual, tenía sus fondos y le preguntó sobre la casa que visitó la
tarde antes, la respuesta fue poco agradable, y supo que la casa tenía muy mala
fama. El banquero le dijo que tuviera cuidado con el dinero. Entonces, Alberto
para sus adentros pensó que éste era un hombre mezquino y que debía marcharse
para ver a su Giannetta. Cuando llegó, este alemán encontró a su Giannetta rodeada
de personas de diferentes países, mientras que el banquero lo observaba,
mientras devanaba su bolsa. Alberto no se daba cuenta de la catástrofe que se
le acercaba. Un día, Alberto firmó a la
libranza que daba fin a su caudal, y había notado muchas semanas antes la
frialdad y el despego de la muchacha hacia él. Alberto iba perdiendo doblones
en los juegos y la obsesión que había cogido con Giannetta lo devoraba. El criado
de Alberto, fue a pedirle prestado un poco de dinero al banquero, el cual, se
lo negó, entonces Alberto decidió probar suerte en el juego por última vez, y
acabar con su vida. Entonces un gondolero, le dio una carta de Giannetta
diciéndole que no quería volver a verlo más. Tomando su capa veneciana se fue a
con café retirado, donde los turcos solían ir para tomar opio, y compró una
gran cantidad, suficiente para poder quitarse la vida. Apenas se sentó, una
persona apareció arrojándole una carta en la mesa en la que decía: “Al Señor Alberto de Nuremberg, con toda
prisa” Entonces Alberto, abrió la carta que ponía: “¿Qué intentas, joven temerario?¿Por qué pierdes toda esperanza? El cielo,
a quien ofendes con tu desesperación, me ha hecho saber tus desgracias para
remediarlas. Mañana cuando oscurezca haz oración ante el altar de la Virgen que
está en el claustro interior de San Francisco. –quien vela en bien tuyo.” Entonces
Alberto, abandonó la idea de suicidarse y esperó a que saliera el sol para
dirigirse al claustro de San Francisco, al llegar buscó el altar de la virgen. Al
poco tiempo un fraile se dirigía hacia él, y comenzó a hablar: “-Alberto- le dijo en voz baja al acercarse-,
por el saber de tus pasos e intenciones que te mostró mi carta de anoche puedes
inferir que no me eres desconocido. Si tienes cautela y eres capaz de guardar
un secreto, tu fortuna se verá bien pronto restablecida. ¿Conoces a Mocénigo?” a
lo que Alberto responde que sí. Entonces el fraile sigue hablando, le propone
que conquiste a Elvira, hermana de Giannetta, para que su fortuna sea segura. Al
marcharse el fraile, Alberto se quedó pasmado, se marchó a su posada, intentó
dormir pero ideas extrañas le golpeaban la mente. Al amanecer fue al banco y le
preguntó al cajero que si tenía algunas noticias para él, a lo que el cajero le
respondió que cuatro mil ducados fueron depositados en su nombre, pero que el
sujeto no quiso decir nada y acto seguido, el joven alemán le dijo que le
mandaran quinientos a su posada. De camino, iba alabando al fraile y pensando
en su Giannetta.
Al día
siguiente, Alberto empezó a dedicarse a Elvira, y Giannetta, celosa de su
hermana, pensó en darle una venganza. Entonces, esta mujer, empezó a demostrarle
su amor a Alberto. El alemán, intentaba acercarse a Elvira, pero Giannetta con
sus celos, se lo impedía. Tres semanas después, Giannetta, empezó a acercarse a
un hombre rico de cincuenta años, y con esto, Alberto perdió los estribos, pero
aún así Giannetta permaneció firme y le dijo que él era un ingrato por haberla
abandonado por Elvira, entonces, Alberto le contó la aventura que tuvo con el
fraile. Ella se llenó de alegría al saber su secreto. Se despidió de Giannetta
y fue a la cita que tenía con el fraile. Allí, en el altar, apareció el fraile
con cuatro embozados, diciendo que si hablaba o intentaba huir, lo matarían. Le
vendaron los ojos, le ataron las manos, lo montaron en una góndola, y lo
llevaron a una especie de fortaleza o palacio, lo encerraron en un aposento
pequeño. Giannetta le cuenta a Mocénigo una noticia que bastó para que el
Tribunal de los Diez se apoderase del confesor de Galeotto. Aparece el personaje
de Fray Gregorio de Jerusalén, los dos son conducidos al Tribunal de los Diez,
entrando por puertas diferentes. Al estar con el tribunal le preguntaron a
Alberto si sabía quien estaba en la iglesia, pero él contestó que no lo sabía y
fue conducido fuera de la sala. Entonces,
le preguntaron a Fray Gregorio, mientras los verdugos torturaban a Alberto,
entonces el preso comenzó a hablar y entró Alberto casi desfallecido. Le
dijeron que él no era alemán, a lo que Alberto respondió que estaban en lo
cierto, que él nació en Madrid. Le preguntaron por el nombre del padre, pero dijo
que su nombre era secreto. El presidente dijo que si no lo revelaba iba a ir
otra vez al tormento, entonces Alberto con voz suplicante, rogó que no lo
llevaran, que el secreto se lo guardó a la madre cuando estaba expirando pero
que le iba a contar la historia sin decir nombre. Alberto empieza a contar la
historia. La madre se fue a España, cuando tenía seis años, para ser azafata de
la Reina. Su madre con su belleza y gracia conquistó a la corte, y servía a su
señora. La Reina quería casarla con alguno de la corte, y la suerte hizo que se
enamorara de un joven caballero. Se casaron en silencio sin pensar en los enfados
de los reyes. Llegó un embajador extranjero que empezó a seguir a la bella alemana (que
así la llamaban), incluso la reina intentaba persuadir a la madre. Un día el
embajador volvió y la madre le dijo que estaba casada en secreto, y le dijo el
nombre de su amado. Encarcelaron al padre y a la madre la enviaron a un
convento. El padre, logró escaparse de la prisión, y nadie sabía su paradero. Al
poco tiempo, la madre descubrió que estaba embarazada, quedó libre, pero no
recuperó su honra y al ver que su marido, la había abandonado, juró que nunca
volvería a pronunciar su nombre, y regresó a Alemania. Entonces, Mocénigo dijo:
“-según lo que oigo –dijo a esto
Mocénigo- , vuestro verdadero apellido es Guevara.” Todos se quedaron sorprendidos al saber la
noticia. El padre era Fray Gregorio, a
los cuales iban a separar pero Alberto suplicó que no lo hicieran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario