Aparece en la escena II el Hermano Melitón hablando con el Padre Guardián. En esta conversación, dialogan sobre el padre Rafael, sobre todo el Hermano Melitón que lo va describiendo a lo largo de la escena como un ser que tiene "genio" y "orgullo", que hace gestos (visajes) como si viera un espíritu, y recalca la misteriosa procedencia del personaje (misterio que aparece a lo largo de la obra).
"Y como vino al convento de un modo tan raro, y nadie lo viene nunca a ver, ni sabemos dónde nació..."
Siguen conversando, sobre este enigmático personaje, y el Hermano Melitón recuerda la leyenda de el demonio que se hizo fraile, y lo compara con el padre Rafael, que es Don Álvaro, porque destaca en él la agresividad y la forma de mirar:
"...de cuando se hizo fraile de nuestra orden el demonio, y que estuvo allá en un convento algunos meses. Y se me ocurre si el padre Rafael será alguna cosa así..., pues tiene unos repentes, una fuerza y un mirar de ojos...".
Ya en la escena III, aparece el otro personaje, el cual, también tiene connotaciones satánicas: Don Alfonso, el que, además, se dirige a Don Álvaro como: "El del infierno.".
En la escena VI, aparecen los dos personajes satánicos: Don Álvaro y Don Alfonso, en la cual, aparecen connotaciones infernales, como las que pronuncia el protagonista romántico:
"¿De nuevo el triunfo asegura
el infierno, y se desploma
mi alma en su sima profunda?".
"No.., no triunfa
tampoco con esta industria
de mi constancia el infierno.
Retiraos, señor."
"¿Qué hiciste?... ¡Insensato!.
Ya tu sentencia es segura:
Hora es de muerte, de muerte.
El infierno me confunda,
"¡Voy al infierno!"
En la escena VIII, el Hermano Melitón, que da el punto cómico a la obra, piensa que Don Alfonso, también proviene del infierno:
"También que era del infierno
dijo, para mi gobierno,
aquel nuevo personaje.
¡Jesús, y qué caras tan!..."
"Demonios son, es patente
sin duda van a cargar."
En la primera acotación de la escena IX, se describe un paisaje totalmente romántico e infernal, simpatizando con la situación de la escena que se encamina hacia la tragedia.
" el cielo representará el ponerse el sol de un día borrascoso, se irá oscureciendo lentamente la escena y aumentándose los truenos y relámpagos. "

Tras esta acotación, va apareciendo vínculos satánicos en boca del protagonista, que van a acabar en tragedia:
"Hombre, fantasma o demonio
que ha tomado humana carne
hundirme en los infiernos,
par perderme..., ¿qué sabes?...
En este fragmento, Don Álvaro, pone características de fantasma o demonio a Don Alfonso, incluso a él mismo.
"¿Eres monstruo del infierno,
prodigio de atrocidades?".
Llama la atención otra intervención de Don Álvaro, el cual parece estar totalmente poseído, queriendo beber la sangre de su enemigo:
"...Yo matarme
sabré, en teniendo el consuelo
de beber tu inicua sangre.".
Ya en la escena última, cuando está desatada la tragedia y próxima a llegar al clímax, Don Álvaro hace sus últimas intervenciones con rasgos satánicos:
"Yo soy un enviado del infierno,
soy el demonio exterminador...
Huid, miserables."
"¡Infierno, abre tu boca y trágame!
¡Húndase el cielo, perezca la raza humana;
exterminio, destrucción!..."
Aquí, Don Álvaro, se suicida. En la mentalidad de la época, el suicidio estaba mal visto, y la sociedad creía que si una persona se suicidaba, iba directamente al infierno, además de ser una característica propia de la literatura romántica.
Cabe destacar, que si el personaje, o los personajes satánicos son Don Alfonso y principalmente, Don Álvaro, en contraposición está la parte angelical, que es Leonor:
"...Ángel de mi vida...".
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