En el siglo XVIII apareció este género literario inexistente
en el siglo XVII en la literatura española y que en el siglo XIX aparece con
timidez entre los género literarios cultivados. El cuento no encontró
escritores de prestigio: las poéticas lo ignoran, los cultos lo desprecian por
su pequeño carácter vulgar, los autores “serios” no lo tienen en cuenta… Pero a
pesar de todo esto, el cuento logró salir adelante y hacerse hueco en el
panorama literario de finales del siglo XVIII y en el siglo XIX. Los autores
ilustrados desde los primeros que aparecen, mira al cuento como un conjunto de
imperfecciones: vulgar, prosaico, anti artístico inmoral… La literatura en el
sentido de bellas letras se entendía por los clásicos y neoclásicos como algo
que se correspondía a los géneros en verso,
más que a los géneros de prosa. Es decir, el cuento era un género sin
historia, sin poética, de género vulgar.
Para
los teóricos literarios del siglo XVIII y XIX no existe un género literario de
narración breve, para ellos el cuento era una novela. Algunos escritores defienden que la única
diferencia entre la novela y el cuento es la extensión. El cuento no era un género
literario que diera prestigio a su autor, ya que los escritores que gozaban de
mayor reconocimiento eran los poetas y los autores teatrales y en segundo nivel
estaban los novelistas. Curiosamente, el cuento fue uno de los primeros géneros
que apareció en nuestra literatura con la obra de don Juan Manuel: El conde Lucanor, pero el cuento
desapareció pronto del panorama literario.
Pero en el siglo XVIII apareció el periódico y con ello, el
cuento, que se va a convertir en uno de los soportes básicos de los
periódicos. Esta aparición trae consigo
varias consecuencias. La primera es la mayor posibilidad de publicación de la
obra escrita. El escritor del siglo XVIII se encuentra con una situación
desconocida en la literatura española: la posibilidad de publicar rápidamente
sus escritos. Hay un elemento fundamental, un dato básico: un periódico en
el siglo XVIII necesita de una base económica para poder sobrevivir. Los
periódicos dieciochescos se lanzan a la conquista de un sector de público para
poder mantenerse. Estos periódicos no se
parecían a los nuestros, excepto que se publicaban periódicamente, de ahí su
nombre. En sus principios, su existencia fue penosa, pero cambió el mundo
cultural.
Los
periodistas de esta época buscaban el entretenimiento, pero a su vez también
pretendían enseñar, es decir, instruir deleitando. Los periodistas ilustrados
son partidarios de educar al público, y al tiempo divertirle. Pero en los
últimos años del siglo van apareciendo periodistas y directores que prescinden
de la función educativa de la prensa y solo se preocupan por entretener a sus
lectores. Para llamar la atención del público se recurre a diversos métodos.
Uno de los entretenimientos es la inclusión de piezas de creación literaria en
la prensa: artículos de crítica, textos costumbristas, cartas, poesía y como
no, cuentos.
El cuento es un género literario útil para los escritores
que quieren combinar enseñanza y entretenimiento. Tiene una larga tradición de
utilizarse como medio de instrucción, de educación, y así nos encontramos con
varios tipos de cuentos: cuentos simbólicos, cuentos morales, sueños y
parábolas. La necesidad de los autores y los gustos del público van a sacar
adelante el cuento como fórmula propia del periodismo. Al principio como
muestra de la literatura que mezcla enseñar y divertir a los lectores pero más
tarde como simple entretenimiento para el ocio, aparece en la prensa periódica
de este siglo y en los últimos años de esta época se vuelve imprescindible.
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