viernes, 17 de mayo de 2013

El cuento en el siglo XVIII.


En el siglo XVIII apareció este género literario inexistente en el siglo XVII en la literatura española y que en el siglo XIX aparece con timidez entre los género literarios cultivados. El cuento no encontró escritores de prestigio: las poéticas lo ignoran, los cultos lo desprecian por su pequeño carácter vulgar, los autores “serios” no lo tienen en cuenta… Pero a pesar de todo esto, el cuento logró salir adelante y hacerse hueco en el panorama literario de finales del siglo XVIII y en el siglo XIX. Los autores ilustrados desde los primeros que aparecen, mira al cuento como un conjunto de imperfecciones: vulgar, prosaico, anti artístico  inmoral… La literatura en el sentido de bellas letras se entendía por los clásicos y neoclásicos como algo que se correspondía a los géneros en verso,  más que a los géneros de prosa. Es decir, el cuento era un género sin historia, sin poética, de género vulgar.
                Para los teóricos literarios del siglo XVIII y XIX no existe un género literario de narración breve, para ellos el cuento era una novela.  Algunos escritores defienden que la única diferencia entre la novela y el cuento es la extensión. El cuento no era un género literario que diera prestigio a su autor, ya que los escritores que gozaban de mayor reconocimiento eran los poetas y los autores teatrales y en segundo nivel estaban los novelistas. Curiosamente, el cuento fue uno de los primeros géneros que apareció en nuestra literatura con la obra de don Juan Manuel: El conde Lucanor, pero el cuento desapareció pronto del panorama literario.
 Pero en el siglo XVIII apareció el periódico y con ello, el cuento, que se va a convertir en uno de los soportes básicos de los periódicos.  Esta aparición trae consigo varias consecuencias. La primera es la mayor posibilidad de publicación de la obra escrita. El escritor del siglo XVIII se encuentra con una situación desconocida en la literatura española: la posibilidad de publicar rápidamente sus escritos.  Hay un elemento  fundamental, un dato básico: un periódico en el siglo XVIII necesita de una base económica para poder sobrevivir. Los periódicos dieciochescos se lanzan a la conquista de un sector de público para poder mantenerse.  Estos periódicos no se parecían a los nuestros, excepto que se publicaban periódicamente, de ahí su nombre. En sus principios, su existencia fue penosa, pero cambió el mundo cultural.
                Los periodistas de esta época buscaban el entretenimiento, pero a su vez también pretendían enseñar, es decir, instruir deleitando. Los periodistas ilustrados son partidarios de educar al público, y al tiempo divertirle. Pero en los últimos años del siglo van apareciendo periodistas y directores que prescinden de la función educativa de la prensa y solo se preocupan por entretener a sus lectores. Para llamar la atención del público se recurre a diversos métodos. Uno de los entretenimientos es la inclusión de piezas de creación literaria en la prensa: artículos de crítica, textos costumbristas, cartas, poesía y como no, cuentos.
 El cuento es un género literario útil para los escritores que quieren combinar enseñanza y entretenimiento. Tiene una larga tradición de utilizarse como medio de instrucción, de educación, y así nos encontramos con varios tipos de cuentos: cuentos simbólicos, cuentos morales, sueños y parábolas. La necesidad de los autores y los gustos del público van a sacar adelante el cuento como fórmula propia del periodismo. Al principio como muestra de la literatura que mezcla enseñar y divertir a los lectores pero más tarde como simple entretenimiento para el ocio, aparece en la prensa periódica de este siglo y en los últimos años de esta época se vuelve imprescindible.



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